Ir al contenido

El Tio Alberto

Novela basada en hechos reales

Autor: Juan Manuel De Castro (El Vikingo)


EPÍLOGO — EL PRECIO

El Tío Alberto llegó a donde quería llegar.

Eso nadie se lo puede discutir.

Lo que sí se puede discutir —aunque en su casa no se pueda— es el precio.

Porque el éxito, cuando se usa como revancha, te da cosas raras: te da poder, pero te quita paciencia. Te da lujo, pero te quita cercanía. Te da control, pero te quita diálogo. Y cuando un hombre elige control por encima de todo, termina aislado incluso cuando está rodeado.

Alberto amó a los animales porque los animales no traicionan, no debaten, no piden explicación. Con los animales podía ser tierno sin sentirse débil. Con la gente, en cambio, se sentía en peligro. Como si cualquier desacuerdo fuera una amenaza a su historia. Como si cada conversación fuera un test psicofísico, otra vez.

Se levantó a las seis toda la vida.

Trabajó de lunes a sábado.

Construyó un imperio.

Viajó. Compró. Ganó.

Y aun así, hay una verdad que no se compra: la paz no se fabrica a fuerza de miedo.

El Vikingo aprendió mucho de Alberto, aunque no se lo agradezca. Aprendió disciplina, mirada comercial, resistencia. Pero aprendió también lo que no quería heredar: la frialdad, el tribunal, la casa como frontera, la política como excusa para expulsar.

Por eso se fue.

Y por eso ganó.

No porque haya derrotado a Alberto. Sino porque evitó convertirse en él.

Al final, el legado del Tío Alberto no fue solo una cadena de supermercados. Fue una pregunta que queda flotando en toda familia donde el éxito pesa más que el cariño:

¿Qué vale más: ganar… o que te quieran cuando ya ganaste?

<-Indice Capítulo 13