La Tesorera Sombra
Thriller de una mujer sombra apodada La Negra Amparo
Autor: Juan Manuel De Castro (El Vikingo)
Capítulo 11 — Planilla madre
Amparo llegó el viernes con una decisión que no se decía en voz alta.
No porque fuese ilegal todavía.
Sino porque, una vez que la decís, deja de ser idea y se convierte en compromiso.
Se sentó, encendió la computadora y abrió un archivo nuevo.
No en la carpeta compartida.
No en el servidor.
En un pendrive pequeño que guardaba en el llavero, junto a la llave del estudio.
El archivo se llamó:
PLANILLA_MADRE.xlsx
El nombre era horrible. Perfecto.
Porque no era para lucirse. Era para funcionar.
En la primera hoja, escribió tres columnas:
PUNTO DÉBIL — ACCESO — PRUEBA
Y debajo, en filas, lo que había visto en diez días:
Urgencias que doblan controles — autorización por mail — STC y similares
Portales “espejo” — token físico — cierre manual de tanda
Intermediarios con firma — altas apuradas — aprobaciones repetidas
Silencios institucionales — intermediarios de Erik — “para evitar confusiones”
La planilla no era un plan de delito.
Era un plan de comprensión.
Y la comprensión, en manos de alguien resentido, era una herramienta peligrosa.
Amparo abrió la segunda hoja y la llamó:
PERSONAS
Ahí volcó el MAPA en formato más frío:
Nicolás — Control — acceso a token/portal — conveniencia — reputación
Mariela — Contabilidad — caja/token — sabe demasiado — miedo
Ledesma — Compras — apura/amenaza — intermediarios — codicia/ego
Rodrigo — Sistemas — ejecuta — aprobación — ingenuidad
Gabriela — Administración — intermediaria — lealtad a Erik — orden
Martín — Operaciones — “Aduana” — presión — pánico
Y agregó una línea nueva, al final, sin nombre:
Voz anónima — intimidación — protege atajos — desconocido
Amparo guardó.
Luego abrió la tercera hoja.
La más importante.
La llamó:
RUTINAS_ERIK
Ahí escribió cosas que nadie consideraba “seguridad” y, sin embargo, eran seguridad:
Viaja martes o miércoles (preferencia)
Responde mails en ventanas: 9–10, 14–15, 21–22
Autoriza urgencias por mail, sin adjuntar nada
Confía en Tesorería para ejecución
Pide “blindaje” pero deja acceso intacto
Evita hablar directo: usa Gabriela/otros
Amparo miró la hoja y sintió una calma extraña.
Erik era un patrón.
Y los patrones se explotan.
A las 9:30, Nicolás pasó por Tesorería.
No avisó. Eso era raro.
Se paró al costado del escritorio como alguien que viene a “charlar” pero tiene un objetivo.
—Amparo —dijo—. ¿Tenés un minuto?
Amparo lo miró.
—Sí.
Nicolás bajó la voz.
—Me preguntaron por qué te presté el token.
Amparo no se movió.
—¿Quién te preguntó?
Nicolás miró hacia el pasillo, como si el pasillo escuchara.
—Gabriela. Y… alguien más. No sé. —Tragó—. Me dijeron que “no circule” ese token.
Amparo sostuvo el silencio un segundo, dejándolo incomodarse.
—¿Y vos qué dijiste? —preguntó.
Nicolás la miró.
—Que se cayó el portal y era urgente —dijo—. La verdad.
Amparo asintió.
—Bien.
Nicolás se cruzó de brazos, incómodo.
—Amparo, te lo digo bien… estás tocando cosas que…
Amparo lo interrumpió suave.
—Que funcionan porque nadie mira —dijo.
Nicolás se quedó quieto, sorprendido por la frase.
—Sí —admitió—. Eso.
Amparo apoyó las manos sobre el escritorio.
—Nicolás, vos y yo sabemos que si esto explota, va a explotar encima nuestro —dijo.
Nicolás apretó la mandíbula.
—Sí.
—Entonces no lo hagamos explotar —dijo Amparo—. Ordenemos.
Nicolás la miró, buscando trampa.
—¿Qué querés hacer?
Amparo sonrió levemente.
—Lo mismo que vos: que no me salpique.
Nicolás exhaló, aliviado. Ahí estaba su idioma: conveniencia.
—Ok —dijo—. ¿Qué necesitás?
Amparo señaló el cajón.
—Legajos. Historial de proveedores nuevos. Y… que me avises si alguien pregunta cosas raras.
Nicolás asintió.
—Puedo conseguirte informes de compras y pagos cruzados —dijo—. Pero no me metas en quilombos.
Amparo inclinó la cabeza.
—No te meto —dijo—. Te aviso para que no te metan.
Nicolás tragó y asintió otra vez.
—Listo.
Se fue.
Amparo miró su espalda alejándose y anotó mentalmente:
Aliado por conveniencia.
No le debía lealtad. Le debía estabilidad.
A las 11:00, Amparo recibió un mail de Mariela:
Asunto: Caja / consulta
“¿Podés pasar un segundo?”
Amparo fue.
Mariela la esperaba con la puerta entornada, como si tuviera miedo de que alguien viera que hablaban.
—Estoy incómoda —dijo Mariela apenas Amparo entró.
Amparo no se sentó. Se quedó de pie.
—¿Por qué?
Mariela tragó saliva.
—Me preguntaron por los legajos —dijo—. Me los pidieron “urgente”. Como si de golpe les importara. Como si yo fuera la culpable.
Amparo la miró fijo.
—¿Quién?
Mariela negó con la cabeza.
—No quiero decir nombres.
Amparo asintió. Bien. Mariela estaba protegiéndose.
—Ok —dijo Amparo—. Entonces decime otra cosa: ¿vos querés seguir acá?
Mariela la miró, confundida.
—¿Qué pregunta es esa?
Amparo habló suave.
—Porque si querés seguir acá, vas a vivir con miedo. Y si querés dejar de tener miedo… tenés que elegir de qué lado estás.
Mariela abrió los ojos.
—¿De qué lado?
Amparo se inclinó un poco.
—Del lado de los que preguntan… o de los que cobran.
Mariela se quedó congelada.
Amparo no sonrió. No presionó. Solo dejó la frase en el aire y esperó.
Mariela bajó la mirada al cuaderno cerrado.
—Yo no cobro nada —dijo, pero la voz no salió firme.
Amparo asintió despacio.
—Ok.
Mariela levantó la vista, desesperada.
—Amparo, yo solo hago lo que me piden.
Amparo se enderezó.
—Eso también es un lado —dijo.
Silencio.
Mariela habló más bajo:
—Hay gente que mueve caja con iniciales —dijo—. Como si fueran… apodos.
Amparo sintió un pulso frío.
—¿Y vos lo anotás?
Mariela tragó.
—Yo lo controlo —dijo—. Porque si yo no lo controlo, desaparece.
Amparo se acercó un paso.
—Mariela, mirame —dijo.
Mariela la miró.
—Si un día te piden que firmes algo raro, que entregues una caja, que tapes un faltante… ¿qué vas a hacer?
Mariela parpadeó rápido. Parecía a punto de llorar.
—No sé.
Amparo bajó el tono.
—Sí sabés. Solo que te da miedo decirlo.
Mariela apretó los labios.
—Voy a hacer lo que me convenga —dijo al fin.
Amparo asintió.
—Eso quería escuchar —dijo.
Mariela la miró con espanto.
—No me metas en algo —susurró.
Amparo levantó una mano.
—No te meto. Te aviso. —Pausa—. Hay una diferencia.
Mariela respiró, temblorosa.
—¿Vos qué estás haciendo? —preguntó.
Amparo sonrió apenas.
—Estoy armando un seguro —dijo.
No era mentira.
Mariela tragó saliva.
—¿Contra Erik?
Amparo sostuvo la mirada.
—Contra el sistema —corrigió.
Mariela asintió lentamente, como si eso fuera menos monstruoso.
Amparo salió de Contabilidad sin mirar atrás.
En su escritorio, abrió la PLANILLA_MADRE y agregó una hoja nueva:
ALIANZAS
Y escribió dos nombres con dos etiquetas:
Nicolás — conveniencia / reputación
Mariela — miedo / supervivencia
Luego agregó una tercera línea, vacía, esperando:
(Alianza por codicia) — pendiente
Su celular vibró.
Damián.
Hoy a la noche hay un lugar donde la gente habla sin mails. Vení.
Amparo miró el mensaje.
No respondió enseguida.
Primero abrió el calendario de Erik. No el personal. El corporativo, el que todos “podían ver” pero nadie miraba.
Erik volaba el martes siguiente.
Otra vez.
Amparo tocó la llave del estudio en el bolsillo.
Guardó el pendrive.
Cerró la computadora.
Y contestó a Damián con una sola palabra:
“Dónde.”
La respuesta llegó con una dirección y una hora.
Y un agregado que a Amparo le sonó como una amenaza dulce:
Traé oídos.
Amparo guardó el teléfono.
Miró el piso desde su silla: gente trabajando, gente riendo, gente sin saber que una planilla acababa de nacer.
La PLANILLA_MADRE no era un delito.
Era un esqueleto.
Y cuando tenés el esqueleto, después solo falta ponerle carne.
(Fin del Capítulo 11)
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