La Tesorera Sombra
Thriller de una mujer sombra apodada La Negra Amparo
Autor: Juan Manuel De Castro (El Vikingo)
Capítulo 14 — Ventanas abiertas
El problema con las ventanas no es que existan.
El problema es que, cuando están abiertas mucho tiempo, la gente deja de verlas.
Erik viajó ese mismo día. A media tarde, el calendario lo mostraba “en tránsito”, y la empresa lo sintió como se siente un padre ausente: más ruido, menos orden, más pedidos, menos respuestas.
Para Amparo era perfecto.
No porque “faltara control”.
Sino porque el control se volvía automático. Repetido. Un hábito.
Y los hábitos, cuando se repiten, se explotan.
A las 8:06 del miércoles, Amparo abrió el correo y encontró una cadena de mensajes internos. El asunto decía:
“Lote internacional — OK?”
Gabriela había reenviado el excel del día anterior, preguntando si había salido todo.
Amparo respondió con una frase limpia:
“En proceso. Hoy cierro completo.”
Era verdad y no era verdad. Era la clase de frase que funciona porque nadie quiere pedir detalles.
A los diez minutos, Rodrigo de Sistemas apareció con cara de “vengo a resolver, no a entender”.
—Amparo —dijo—. Aviso: hoy seguimos con mantenimiento. Portales alternos van a estar disponibles todo el día.
Amparo levantó la vista.
—¿Todo el día?
Rodrigo asintió.
—Sí. Es una actualización larga. Pero tranqui.
“Tranqui” en boca de Sistemas significaba “si sale mal, es culpa del usuario”.
—Ok —dijo Amparo—. Gracias.
Rodrigo se fue.
Amparo abrió su PLANILLA_MADRE.
En “PUNTO DÉBIL” agregó una línea:
Ventanas largas de mantenimiento = normalización del modo manual
Luego miró la hoja “RUTINAS_ERIK” y escribió:
Cuando Erik viaja → la empresa se acelera → se baja la calidad de control
Guardó.
A las 9:15, llegó Martín de Operaciones con otra urgencia. Aduana, otra vez. Un proveedor nuevo, otra vez.
Amparo no dijo nada. Solo tomó el papel, lo miró y lo dejó en una bandeja de “pendientes”.
—Te lo cierro hoy —dijo.
Martín se fue agradecido.
Cuando quedó sola, Amparo abrió su bandeja de “pendientes”… y encontró algo que no estaba ahí la noche anterior.
Una carpeta gris, sin etiqueta.
No era de ella.
Alguien la había dejado en su escritorio.
Dentro había un papel con dos cosas:
Un número de cuenta
Un nombre: BRUNO
Amparo no reaccionó.
Cerró la carpeta.
Miró alrededor.
Paula estaba hablando con alguien. Nadie la miraba.
Amparo abrió un cajón y guardó la carpeta gris como si fuera una factura más.
Luego abrió su teléfono y vio un mensaje de Damián, enviado a las 8:59:
Te dejé algo. No lo uses. Solo mirá.
No lo uses. Solo mirá.
Amparo cerró el mensaje y por primera vez sintió algo que rozaba la desconfianza incluso hacia Damián.
¿Qué juego estás jugando?
Pero la respuesta no era emocional. Era estratégica: observar también a Damián.
Volvió a la computadora y abrió el excel del lote internacional.
Buscó el nombre del proveedor que había visto repetido: el “servicios” sospechoso.
Ahí estaban los dos montos.
Amparo comparó el número de cuenta de esos pagos con el número que Damián le había dejado.
Coincidían.
Amparo se quedó quieta un segundo.
Así que Bruno no era una teoría. Era una tubería.
Y el dato estaba ahora en su escritorio, como si alguien quisiera que ella lo supiera.
O como si alguien quisiera que ella lo tocara y quedara marcada.
Amparo abrió la PLANILLA_MADRE, hoja “PRUEBA”, y escribió:
“Bruno” aparece como destinatario real de pagos en lote oficial
Damián deja “evidencia” en escritorio (riesgo: trampa / marca)
Guardó.
No iba a usar esa cuenta.
Todavía.
A las 10:40, Gabriela la llamó por interno.
—Amparo, ¿cómo venimos con lo internacional? —preguntó.
—Hoy cierro —dijo Amparo—. Estoy esperando que Sistemas estabilice.
Gabriela exhaló, aliviada.
—Perfecto. Erik está incomunicado, pero confía.
Confía. Otra vez.
Amparo colgó.
A las 11:20, Nicolás apareció en Tesorería con una hoja impresa.
—Esto te puede servir —dijo, dejándola sobre el escritorio.
Amparo miró: era un reporte cruzado de proveedores nuevos. Una lista con montos, aprobadores y fechas.
Y ahí, subrayado a mano por Nicolás, había un patrón obvio:
Casi todos los pagos “raros” pasaban por Ledesma.
Amparo levantó la vista.
—¿Por qué me lo traés? —preguntó.
Nicolás se encogió de hombros.
—Porque preguntaron por vos —dijo—. Y porque… si esto se mueve, yo quiero estar del lado que no cae.
Amparo asintió.
—Bien.
Nicolás bajó la voz.
—Y te digo algo más: no sos la única que está mirando.
Amparo se quedó quieta.
—¿Quién más?
Nicolás negó con la cabeza.
—No me pidas nombres —dijo—. Pero hay ruido. Y cuando hay ruido, alguien tapa.
Amparo guardó el reporte en su carpeta “ordenada”.
—Gracias —dijo.
Nicolás se fue.
Amparo se quedó con una certeza: el edificio tenía ventanas abiertas, y más de uno estaba mirando por ellas.
A las 12:15, se abrió la ventana de ejecución del lote internacional. La notificación apareció en pantalla con un tono que parecía inocente:
“Ventana disponible: 12:15–14:00.”
Más larga.
Demasiado más larga.
Amparo respiró. Abrió el lote. Revisó los montos. Revisó los destinatarios. Revisó los “servicios” de Bruno.
Movió el cursor hacia el botón de confirmación.
Y se detuvo.
Porque en ese momento entró un mail nuevo.
De: Erik
Asunto: urgente
Amparo lo abrió.
“Amparo, necesito que hoy salga lo internacional sí o sí. Estoy arriba de un avión en dos horas. Cerralo completo. Confío en vos.”
Amparo dejó el mail abierto.
Martin pidió pagos. Compras empujaba proveedores. Sistemas dejaba portales alternos abiertos como si fueran pasillos sin cámaras. Dirección apuraba. Erik se subía a un avión.
Todo el sistema estaba alineado para una sola cosa:
ejecutar sin pensar.
Amparo apretó los dientes apenas.
No iba a ejecutar “sin pensar”.
Iba a ejecutar con intención.
Pero todavía no el golpe.
Todavía no el todo.
Primero, había que entender cuánto ruido hacía el sistema cuando se tocaba una parte sensible.
Amparo quitó del lote los dos pagos a “servicios / Bruno”. Los dejó “pendientes”.
Ejecutó el resto del lote.
Confirmó.
El sistema pidió token.
Amparo sacó el token del bolso, lo apoyó al lado del teclado y marcó el código.
Operación exitosa.
La tanda salió.
El sistema no gritó.
Amparo esperó.
Cinco minutos.
Diez.
Nadie llamó.
Nadie preguntó.
Y ahí entendió la segunda prueba:
El sistema no solo tragaba el modo manual.
Tragaba también las omisiones.
Tragaba que dos pagos quedaran “para después” en medio de un lote monstruoso.
Tragaba lo que fuera, siempre que pareciera rutina.
A las 13:40, Gabriela le escribió:
“Genia. Erik te manda gracias.”
Amparo respondió:
“Listo. Quedaron dos pendientes por validación de documentación. Los saco apenas lo tenga.”
Mentira elegante.
Mentira operativa.
Mentira perfecta.
Amparo guardó captura del lote ejecutado, guardó comprobantes, guardó todo.
Y los dos pagos de Bruno quedaron ahí, flotando como fruta madura.
A las 15:10, Ledesma apareció otra vez. Esta vez venía apurado de verdad.
—Amparo, ¿salió lo internacional? —preguntó.
Amparo lo miró.
—Salió casi todo.
Ledesma frunció el ceño.
—¿“Casi”?
Amparo abrió el excel como si fuera normal.
—Dos quedaron pendientes —dijo—. Me falta documentación.
Ledesma parpadeó.
—¿Qué documentación? —preguntó, demasiado rápido.
Ahí estaba.
La reacción.
Amparo se apoyó en el respaldo de la silla.
—La que corresponde —dijo—. Si querés, mandámela y sale.
Ledesma tragó saliva.
—Dame diez minutos —dijo, y se fue.
Amparo lo vio alejarse y escribió en su PLANILLA_MADRE, hoja “PRUEBA”:
“Omisión de pagos Bruno” genera reacción inmediata de Ledesma → confirmación de conexión
Guardó.
Y entonces, por primera vez desde el anuncio de “familia”, Amparo sintió que la balanza se inclinaba a su favor.
Porque había logrado algo simple y enorme:
había tocado una tubería…
y había visto quién venía corriendo a arreglarla.
Las ventanas estaban abiertas.
Y ella ya sabía de qué lado del edificio estaba el viento.
(Fin del Capítulo 14)
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