La Tesorera Sombra
Thriller de una mujer sombra apodada La Negra Amparo
Autor: Juan Manuel De Castro (El Vikingo)
Capítulo 15 — Patrones
Ledesma volvió en siete minutos.
No diez.
Siete.
Ese detalle le gustó a Amparo más de lo que debería.
El hombre llegó con el celular en alto, como si la pantalla fuera una credencial.
—Acá está —dijo, sin saludar—. La documentación.
Amparo levantó la vista lenta.
—Mandámela por mail —dijo.
Ledesma parpadeó.
—Te la muestro ahora. Es más rápido.
Amparo sonrió apenas.
—Por mail, Santi. Así queda.
La palabra queda le pesó en la cara a Ledesma. El tipo dudó un segundo. Luego apretó “reenviar” con dedos rápidos.
—Ahí te llegó —dijo, más bajo.
Amparo no abrió el mail enseguida. Ese era el punto: que él sintiera el tiempo.
—Ok —respondió ella—. Lo reviso y lo saco.
Ledesma se apoyó en el borde del escritorio.
—Amparo, esto es urgente.
Amparo levantó la mirada.
—Como todo en tu vida —dijo, y no fue un chiste. Fue un diagnóstico.
Ledesma apretó los dientes. Se enderezó.
—No me hagas perder plata —soltó, sin darse cuenta.
Amparo no reaccionó. Por dentro, esa frase fue un premio.
Tuya. No de la empresa. Tuya.
—¿Perder plata quién? —preguntó Amparo, neutra.
Ledesma abrió la boca. La cerró. Se corrigió tarde.
—A la empresa —dijo.
Amparo asintió despacio, como quien acepta una mentira para que el otro siga hablando.
—Claro.
Ledesma respiró fuerte.
—¿Vas a sacar esos dos pagos o no?
Amparo abrió el correo recién entonces. Slow. Deliberado.
El asunto decía:
FW: respaldo servicios
Adjunto: PDF.
Amparo lo abrió.
Era un “contrato” de servicios genérico. Firmas escaneadas. Un sello. Un CUIT. Una facturación que sonaba a humo.
En una esquina, un logo que parecía hecho en cinco minutos.
Amparo levantó la vista.
—Esto no es documentación —dijo.
Ledesma se puso rojo.
—¡Sí lo es! —dijo, y de inmediato bajó la voz—. Es lo que hay. Así labura ese proveedor.
Amparo miró el PDF de nuevo.
—¿Cómo se llama el proveedor? —preguntó.
Ledesma se quedó tenso.
—Servicios… —dijo, y se dio cuenta de que no era un nombre.
Amparo esperaba.
—No sé. Bruno lo maneja —confesó al fin, demasiado rápido.
Ahí estaba. Bruno.
Amparo asintió, como si fuera un dato más.
—¿Bruno quién? —preguntó.
Ledesma tragó saliva.
—Bruno… un contacto —dijo.
Amparo apoyó el índice sobre el escritorio.
—Santi, yo no pago “contactos”. Yo pago proveedores.
Ledesma bajó la mirada un segundo. Después volvió a levantarla con una mezcla de rabia y urgencia.
—Esto no es para vos —dijo—. Es para que las cosas salgan.
Amparo sonrió.
—Las cosas salen igual —dijo—. Solo que a veces salen mejor para algunos.
Ledesma se inclinó.
—¿Qué querés? —preguntó, más bajo.
Esa pregunta era una rendición parcial. Era el primer paso del soborno sin nombrarlo.
Amparo lo miró fijo.
—Quiero entender —dijo.
Ledesma soltó una risa corta, nerviosa.
—No te hagas la santa.
Amparo no se ofendió. Lo dejó hablar.
—Mirá —dijo Ledesma—. Hay gente que destraba. Hay comisiones. Hay… cosas. No es para tanto.
Amparo asintió, suave.
—¿Y esos dos pagos son comisiones?
Ledesma apretó la mandíbula.
—Sí —admitió.
Amparo respiró hondo.
No porque le doliera. Porque era la confirmación que necesitaba.
—Ok —dijo.
Ledesma se relajó un milímetro, creyendo que había ganado.
—Entonces sacalos —dijo.
Amparo inclinó la cabeza.
—Te los saco cuando esté bien armado —dijo—. Hoy no.
Ledesma se congeló.
—¿Cómo que hoy no?
Amparo giró el monitor apenas, mostrando el lote “pendiente” como una evidencia técnica.
—Hoy salió el lote grande. Estos dos quedaron pendientes. Yo los puedo meter en el próximo lote… cuando Erik esté disponible para autorizar un respaldo correcto.
Ledesma sintió el golpe. Erik. Autorizar. Respaldo correcto.
Era poner una luz sobre su atajo.
—Erik no va a preguntarte nada —dijo Ledesma, rápido—. Confía en vos.
Amparo lo miró.
—Exacto —dijo—. Y por eso no voy a hacerle quedar mal.
Ledesma respiró hondo. Miró alrededor, como si buscara testigos. No había.
Bajó la voz.
—Amparo… no te conviene ponerte en contra de gente —susurró.
Amparo lo miró con calma total.
—¿Gente como quién? —preguntó.
Ledesma no respondió. Pero su silencio fue una lista.
Amparo apoyó la espalda en la silla.
—Te doy una opción —dijo.
Ledesma parpadeó.
—¿Qué opción?
Amparo sostuvo su mirada.
—Me traés un respaldo real. Con un nombre real. Con un servicio real. Con un contrato real. Y sale. —Pausa—. O no sale.
Ledesma apretó el celular.
—No existe “real” en eso —dijo, casi suplicando.
Amparo sonrió apenas.
—Entonces no existe el pago.
Ledesma la miró como si no entendiera quién era ella ahora.
—Vos antes… —empezó.
—Antes yo no miraba —lo cortó Amparo—. Ahora miro.
Ledesma se quedó quieto. Luego dio un paso atrás, derrotado y furioso.
—Esto no queda así —dijo.
Amparo asintió.
—Nada queda así —respondió.
Ledesma se fue.
Amparo esperó a que desapareciera por el pasillo. Recién entonces abrió su PLANILLA_MADRE y escribió rápido, sin adornos:
PATRÓN CONFIRMADO
Ledesma presiona por pagos Bruno
“Documentación” = fachada débil
Reacción inmediata ante omisión
Amenaza velada al negarse
Guardó.
Respiró.
Y después hizo algo que era, en sí mismo, una jugada silenciosa:
Abrió un correo nuevo y se lo envió a sí misma desde su casilla personal (no corporativa), sin adjuntar nada sensible, solo texto. Un resumen frío:
“Hoy Ledesma presionó por dos pagos a ‘Bruno’. No existe respaldo real. Amenaza velada. Pendiente.”
Lo envió.
No era para denunciar. Era para tener línea de tiempo.
La verdad, descubrió, no siempre se usa para justicia.
A veces se usa como seguro.
A las 17:20, Amparo recibió un mensaje de Erik:
¿Todo salió? Estoy por despegar.
Amparo miró la pantalla. Pensó en contestar “sí” y listo.
Pero eligió algo mejor: una respuesta que plantaba la semilla de su futura coartada.
“Salió el lote grande. Quedaron 2 pagos pendientes por documentación insuficiente. Los saco cuando esté respaldado. Buen vuelo.”
Enviar.
Erik respondió al minuto:
Ok. Gracias. Confío.
Amparo cerró el chat.
La palabra “confío” ya no le generaba rabia.
Le generaba estructura.
Porque cada “confío” era un ladrillo en una pared que ella iba a usar después.
Esa noche, en su casa, Amparo abrió la llave del estudio. Entró. Cerró la puerta. Sacó el pendrive.
Abrió la PLANILLA_MADRE y fue a una hoja nueva.
La llamó:
VENTANA DEL GOLPE
Y escribió:
Erik en vuelo = fuera de control operativo
Mantenimiento = modo manual normalizado
Lote grande = ruido que tapa detalles
Dos pagos pendientes = anzuelo (reacción Ledesma)
Próxima ventana: martes/miércoles siguiente
Luego escribió una última línea, la más honesta:
“Si puedo detener dos pagos y nadie lo nota, puedo mover mucho más.”
Guardó.
Apagó la computadora.
Y se quedó en silencio, escuchando la casa vacía.
El plan todavía no tenía forma final.
Pero ya tenía algo más peligroso:
un patrón.
Y cuando alguien aprende el patrón de tu vida, tu vida deja de ser tuya.
(Fin del Capítulo 15)
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