Ir al contenido

 Muchas Máscaras pocos Rostros

   Verdades que aparecen cuando todo se cae
   En un mundo donde muchos no dicen lo que piensan, sino lo que conviene, encontrar amistad verdadera se vuelve raro.


📘 CAPÍTULO 2
2. EL CÍRCULO GRANDE

Hay etapas en la vida en las que pareciera que todo el mundo te conoce. Te escriben, te llaman, te invitan. Te preguntan “¿cómo andás?” con entusiasmo, te festejan lo que lográs y se suman a tu mesa como si siempre hubieran tenido un lugar ahí.

Y no es magia. Es lógica.


Cuando estás bien, cuando tenés energía, planes, dinero, trabajo, contactos, soluciones, o simplemente buena vibra para repartir, sos un punto de luz. La gente gravita. Algunos por cariño real, sí. Pero muchos… por comodidad. Porque estar cerca de alguien que está “arriba” se siente bien. Porque suma. Porque abre puertas. Porque entretiene. Porque conviene.


Ahí es cuando el círculo se vuelve grande. Pero un círculo grande no es garantía de nada. A veces es solo ruido. Movimiento. Gente alrededor, pero no gente con vos.


En esos tiempos, uno se confunde fácil. Porque el aplauso se parece al cariño. La presencia se parece al compromiso. Y las risas se parecen a la lealtad. Pero no son lo mismo.


No hay que volverse duro ni desconfiado de todos. Pero sí observador: ver quién pregunta por vos cuando no hay nada para ofrecer. Quién aparece sin que lo llames. Quién te escucha sin apurarte. Quién te respeta cuando no estás brillante.


Señales para mirar:

Te buscan más cuando tenés “algo” que cuando simplemente estás.

Te aplauden en público, pero no te sostienen en privado.

Tu valor sube o baja según tu momento.

Están para la fiesta, pero no para el silencio.

Cierre: Cuando estás bien, el círculo crece. Cuando estás mal, se revela.


< Índice | <  Capítulo 1 | Capítulo 3 >